Oratorio Santi Fabiano e Sebastiano

La iglesia dedicada a los santos Fabiano y Sebastiano, sitio de la Archicofradía de los Blancos fue construido en 1454 y posteriormente ampliado, decorado y restaurado en los siglos siguientes.

Se encuentra al final de la calle Soleri, la calle viene llamada “u Pantan’’ (el Pantano): porque se inundó en 1908 con graves consecuencias tras la llena del río Argentina, cuyas aguas desbordadas llegaron hasta aquí.

Al tiempo, cuando el Cardenal Fieschi autorizó la Cofradía de Gonfalone para asentarse aquí, la zona estaba casi desierta: solo había un pequeño pueblo con una pequeña capilla; de hecho, era costumbre de las Cofradías construir sus propias sedes en lugares poco frecuentados.

Cuando se restauró la Iglesia Parroquial entre 1200 y 1300, este oratorio sirvió durante algún tiempo como Parroquia. Como muestra de agradecimiento por la hospitalidad recibida, el clero de la parroquia celebró aquí sus funciones, el día de la fiesta de los santos Fabiano y Sebastián.

En la bóveda de la iglesia se reproduce el Gonfalone (cruz bicolor), emblema de la Cofradía, mientras que los cuatro grandes cuadros de las paredes representan: la Adoración de los pastores, la Adoración de los Magos, la Resurrección y Pentecostés. Son obra de Giovanni Battista Oggero muy apreciado y solicitado por las familias nobles presentes en la ciudad en ese momento. De hecho, fueron donados a la Cofradía por el Marqués Spinola.

Lo que más destaca en la iglesia es sin duda el Altar Mayor, de estilo barroco.: es el punto donde converge la atención tanto de los celebrantes como de los fieles, es un lugar privilegiado de encuentro con Dios y con los hermanos.

Un objeto valioso y procesional es el crucifijo venerado, que vela sobre todas las personas: es el signo más elocuente del amor de Dios que se entrega íntegramente a nosotros, y al mismo tiempo es un signo concreto de la pobreza y fragilidad de nuestra condición humana. Procedente de la antigua sede de la Cofradía en la zona de Colletto, presenta una cruz en madera verde como el árbol de la vida. La estatua de Cristo, de la escuela de Liguria, sostiene mechones de cabello humano entre la corona de espinas.

Pastorelli Domenico en 1753 que ofreció las tres albardillas plateadas finamente trabajadas que adornan la cruz ed incluso el sol en plata colocado sobre la corona de espinas de Cristo. Cuando la Cofradía asumió el cargo en la nueva sede, el venerado Cristo Crucificado fue colocado en una capilla debajo de la iglesia; posteriormente, fue trasladado al coro, el arreglo actual es posterior a las obras de restauración tras el desastroso terremoto de febrero de 1887. Desde entonces hasta 1952, los cohermanos, cada Viernes Santo, preparan una escalera de madera, temporal y precaria, para permitir que los fieles se acerquen a la sagrada imagen y la veneren. De esta costumbre surgió la idea de equipar el altar con sus propias escaleras laterales, en mármol, que aún le permiten acercarse al Crucifijo con total seguridad.

Cuenta la tradición como anécdota que, en ocasión de un encuentro de cofradías en el Santuario de Mondovì, Cristo, dejado momentáneamente desatendido, dijo: ‘’Hermanos mios no me dejen!’’

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